Texto del cantautor chileno Victor Jara, tomado del blog del Sindicato de Cantautores Urbanos Chilenos.
Soy un cantor popular...
Popular no de popularidad, sino porque pertenezco a la clase trabajadora.
Trabajador de la cultura, pero en fin, trabajador.
Como todos los que crean algo, como el hombre que abre un surco y siembra una semilla, el que maneja los hilos de un telar, el que construye un rodamiento en un horno, el que fragua el hierro, el que teje un chamal o un poncho.
Como todos los que contribuyen con su imaginación y su esfuerzo a que la patria sea mejor.
El artista tiene en sus manos la responsabilidad de su talento, pero también la responsabilidad de ser vehículo de información para la gran mayoría de los jóvenes y para el pueblo que estaban, o que todavía siguen, alienado o enojado por el colonialismo cultural. Hay que ayudarlo a comprender, a dignificarse y finalmente a liberarse.
Como trabajador de la música pienso que el artista debe ser primero un revolucionario, y después, si lo que canta tiene profundidad, mucho mejor.
Pero es bueno aclarar que lo verdaderamente revolucionario está detrás de la guitarra, cuando el cantante no canta, cuando es una persona más; y revolucionario es aquel que lucha por la revolución.
Para mí luchar no significa pertenecer a un partido político, sino entender lo que es el hombre y su verdadera misión sobre la tierra, y el artista no es un ser que vive en la estratosfera, sino que su responsabilidad como creador y como recreador de la misión del hombre, lo obliga a estar metido en los problemas reales; comprenderlos, vivirlos y denunciarlos.
Denunciar todas las lacras que hacen al hombre indigno; denunciar que no está bien que los niños se mueran de hambre, que no está bien que un hombre dé su vida por un pedazo de tierra que no le pertenece.
Explicar que la injusticia debe terminar.
Si un músico, creador e intérprete, es un trabajador revolucionario, proyectará en su obra los impulsos que mueven a nuestros pueblos en las grandes transformaciones, sin paternalismo, sin elitismo, sino inmerso, fundido con su clase: la clase obrera y los campesinos.
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