¿ Entiende usted
con un mínimo de coherencia lo que hablan sus hijos?
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Osea...
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Puta madre...
Hablo de niños de
12 años, de jóvenes de 18. sea usted franco: no los entiende. A veces ni una
sola palabra. Tampoco ellos, la verdad sea dicha, quieren transmitirle nada
congruente, razonable. Pero no es que le oculten, con intención constatable
algo substancial tras el parloteo paupérrimo con que abastecen su oralidad,
sino que no tienen nada complejo que decir. Su verbalidad cobija emociones muy
sencillas, agitaciones inmediatas y parvas turbaciones elementales. Su lenguaje
esta adaptado a este erial interior. Porque ahí esta la clave, según colijo, de
la simplicidad sorprendente que caracteriza al lenguaje actual de la juventud
primera – y aún de la segunda -: en que es un lenguaje urgente y pavloviano, de
respuesta primaria al estimulo que se recibe, sin que haya en su raíz un orden
rico y jugoso de ideas. Suele apremiarse a los jóvenes para que enriquezcan su
dispositivo lingüístico, para que pueblen su oralidad de términos, para que
acumulen palabras de memoria. Suele clamarse “la juventud habla con ochocientas
palabras el castellano de la cotidianeidad”. Quizá sea así. Pero la escasez no
revela solo una falta de lectura, sino que aflora una pobreza impresionante de
ideas. La juventud, y aún los adultos de la generación de sus padres no padecen
miseria verbal únicamente sino que sufren pobreza conceptual, ideologica.
Ya se que la
lectura abundante enriquece el lenguaje empleado, entre otras cosas porque las
palabras adquiridas se adoptan con una carga conceptual e histórica, lo que
equivale a enriquecer el proceso intelectual. Pero también parece indudable que
la lectura se amamanta en un deseo inmediato y acuciante de saber cosas para responder
a los interrogantes vitales que nos planteamos. Y yo me pregunto si ese ansia
existe. Si la sociedad en su conjunto no suscita enigmas y afán de resolverlos,
necesidades altas y voluntad de satisfacerlas, la precisión de leer no emerge a
la superficie. Y al no darse esa precisión de leer la adquisición de palabras
deja de aguijonearnos. Se convierte todo lo mas en un lujo de la memoria,
cosecha muerta, por tanto. Los idiomas no se pueden saber de memoria. En
cualquier caso, una memoria de tal volumen es presumible en contados y
singulares individuos.
Es decir, estamos
ante un problema angustiosamente circular. No se habla con riqueza porque no
hay ideas a las que servir con palabras; hay escasez de ideas porque no se lee
en cantidad suficiente, no se lee en cantidad suficiente porque no existe
ambición ideológica y todo ello nos regresa a la inicial pobreza verbal. Este
es el panorama, sencillamente esquematizado y a mi modo de ver. ¿ Y como se
cambia situación tan perversa? Yo creo que ante todo replanteando la vida como
problema, el mundo como aventura y el futuro como enigma a resolver. O lo que
es igual, recargando nuestra vida de la necesidad de novedades vitales,
hondamente extendidas. Si un muchacho se deslumbra por el paisaje, se enciende
ante la injusticia, pretende el cambio y persigue con objetivo moral, ese
muchacho, creo acaba por necesitar un nutrido arsenal lingüístico Y lo busca en
la gran fuente donde se encuentra: en la lectura. Como siempre, lo importante
es crear, ante todo y primariamente la necesidad. Luego, el lenguaje, como la
intendencia en los ejércitos combativos, sigue. La pobreza lingüística es, ante
todo, una pobreza de ideas.
Texto por: Antonio
Alvarez Solis
1 comment:
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