June 14, 2010

Como peces en la ciudad


Hay momentos en que tengo la sensación de ser un pez atrapado entre las redes de un pescador y todos mis esfuerzos por escapar de esta trampa mortal resultan inútiles. Parece ser que somos juguetes de un destino impuesto al nacer y en la misma situación veo a miles de peces de ciudad, atrapados en las mismas redes, mostrando las mas diversas reacciones a una realidad que juega con nuestros sueños y nuestras mas altas aspiraciones, tirando por tierra todas las utopías y reprogramandonos de ese realismo pesimista que nos enseña una única realidad: “dinero y producción por delante, nuestros sueños al final”.

Nos enseñan que tarde o temprano terminaremos todos alimentando la gran maquina industrial, siendo carne para la picadora. El nuevo becerro de oro no exige su tributo en sangre, sino en sudor y como ovejas al matadero la gran mayoría acepta ese destino, que implica educarnos, acceder a un empleo, esforzarnos al máximo durante veinte o treinta años, pagar los impuestos que mantienen ese Estado que a su vez vigila y mantiene dicho Status Quo, llenarnos de mil productos y servicios que la publicidad convenientemente se encarga de hacerlos “indispensables” y finalmente ser jubilados, accediendo por fin a ese “nuestro” dinero que durante cuarenta años hemos depositado, en vista de la correspondiente ley, en manos de los grandes bancos, los cuales, no hay que dudarlo, han cosechado la mejor parte de ellos.

Así pues, como peces en una red cumplimos la misión que aquellos que crean al Estado se han preocupado por hacérnosla creer: alimentar el apetito voraz de los dueños de la energía que mueve el mundo, el “prana” del siglo XXI, es decir el capital.

Para ello han creado complejas redes de creencias y temores. Es la versión moderna del pensamiento mágico religioso del hombre primitivo, que temeroso de la cólera de dioses, vivía con un constante temor a las fuerzas de la naturaleza. Hoy en día tenemos ese temor de usar nuestra capacidad creativa, temor a dejar la comodidad de un estilo de vida cada vez mas sibarita, un estilo de vida que se conforma con realizar aquellas tareas que “los de las gerencia” encomiendan en nuestras manos y a cumplir los reglamentos de la institución, temor a no ser parte de ese conglomerado corporativo. El hombre del siglo XXI vive con temor.

Así pues, me siento atrapado en estas redes que tiran para abajo con golpes de realidad mis aspiraciones de vivir en un mundo mejor, de crear obras que perduren por siglos, de alimentar no a la maquina, sino al arte y a la ciencia y ser parte actora de la evolución de la humanidad.

En fin, quisiera escapar de esta gran red y saber por fin lo es la libertad. Quiero escapar de esta búsqueda incesante de dinero, escapar de las izquierdas y las derechas, escapar de la necesidad de un curriculum vitae, escapar de las reglas del buen vestir, escapar de las referencias crediticias y las declaraciones de renta, escapar de la amenaza de reforma fiscal y TLC`s, escapar de los centinelas de la doctrina de jehova y principalmente escapar de mi miedo al dolor.

¿ Sera esta sensación de ahogamiento un ardid mas del ojo que todo lo ve? ¿ Sera la libertad un valor en baja? No lo se. Lo único que se es que al menos una vez quisiera experimentar ese sentimiento de sentir que puedo nadar por el océano sin sentir la necesidad de volver, ni el miedo a morir.

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